San José con el Niño Jesús
Nº Lote: 757
José era un hombre justo, un instrumento de la voluntad de Dios. Esposo de la Virgen María, y que tras la revelación del arcángel San Gabriel se encargará de cuidarla a ella y al Niño que espera. Dentro de la Sagrada Familia, durante siglos, José tuvo un lugar secundario en representaciones y devoción, pero llegará el siglo XVI y San José gana prestigio, se le considera un santo modélico, símbolo del padre de familia cristiano, fiel y discreto. Todo esto se engrandece durante los siglos venideros y se incentiva con la imaginería, más aún con la imaginería barroca de los siglos XVII y XVIII. En la escuela andaluza, San José tendrá grandes ejemplos y los mejores imagineros llegan a realizar efigies suyas para retablos privados, iglesias y conventos. Uno de estos artistas será el autor de la imagen de San José con el Niño Jesús, Benito de Hita y Castillo de Guzmán, «Hita del Castillo» (Sevilla,1714-1783) bautizado en la iglesia de San Martín. La historiografía clásica mueve las enseñanzas e influencias del imaginero entre Montes de Oca y Miguel Perera; también hay historiadores del arte que sostienen que la formación de Hita viene de la evolución de las formas de Duque Cornejo. Lo que queda constatado es que las obras de Hita del Castillo, tanto esculturas como retablos se mueven dentro de los cánones estilizados, delicados, expresivos y elegantes, suaves en sus formas y con movimientos en líneas curvas que le otorgan un estilo propio. En la composición de San José con el Niño reconocemos la concepción piramidal habitual en el imaginero, los angelitos como base de esta, con uno de ellos refugiándose bajo el manto, factura recurrente en numerosas tallas de Hita, que favorece el vuelo, el movimiento y la curvatura de los paños, marcan una diagonal hacia la cintura del santo, quien acuna al niño dulcemente sobre una toquilla blanca, y el pequeño levanta su mano derecha hacia el rostro de su padre, incidiendo así en el ascenso de las líneas hacia el ángulo de la pirámide. San José de expresión serena con nariz fina y marcada, tez morena, ceño relajado, cabellera de pelo largo, barba bífida, boca entreabierta con dientes y lengua insinuados, manos delicadas en su factura mientras acoge al Niño, de anatomía rolliza, como buen bebé de meses bien alimentado y sonrosado, en actitud tranquila y gesto de acariciar el rostro paterno. El primero con unas carnaciones más oscuras en comparación con las pálidas del Niño; aunque ambos lucen mejillas sonrosadas; al igual que los angelitos. Destacando el estofado de la túnica y manto del santo con decoración de motivos barrocos. No podemos dejar de referir otras obras de este artista dieciochesco como son: el San Juan Evangelista de la Hermandad de la Amargura, de la iglesia de San Juan de la Palma (Sevilla), collación a la que pertenecía el artista y donde se encuentra su cripta; el retablo de la capilla del Sagrario de la iglesia de Santa Catalina (Sevilla), presidido por una Inmaculada, y es en este retablo donde podemos encontrar un ejemplo de un ángel que se cobija bajo un cortinaje. Muchas de sus obras se encuentran distribuidas por Sevilla, Cádiz, Huelva o las islas Canarias con el Cristo de la Caída.