Calvario
Nº Lote: 592
Se adjunta certificado de D. Álvaro Pascual Chenel, Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Bolonia y en Historia por la Universidad de Alcalá de Henares. "Nos hallamos ante un grupo escultórico con la representación del Calvario, siguiendo una de las iconografías habituales para el tema. Sobre una base rocosa que simboliza el monte Calvario se disponen las figuras del Cristo crucificado ya expirado acompañado de la Virgen y de San Juan Evangelista. El baldaquino que sirve de marco es un añadido posterior. Las figuras que componen este grupo presentan una elevada calidad técnica en la ejecución y una gran belleza plástica. Especialmente destacable es la figura de Cristo, donde el escultor puso su mayor empeño. Está clavado con cuatro clavos sobre una cruz de tronco. Destaca su elegancia, belleza y naturalismo tendente a la idealización, con un profundo estudio anatómico de un cuerpo de aspecto magro y formas blandas y redondeadas; todo ello magistralmente resuelto en la talla. Se puede apreciar la perfección conseguida en reproducir de modo veraz la musculatura en tensión, los tendones, las venas, la estructura ósea, etc. Se trata de un Cristo ya muerto, con los ojos cerrados y la boca semi-abierta pero de expresión serena y calmada, alejada del dramatismo a que incita el tema. El paño de pureza es un elemento que adquiere un expresivo valor plástico. Está anudado con cuerda en un flanco del que cuelga uno de los extremos. La policromía juega aquí un papel fundamental, tema de primera importancia en la escultura española. Además de mostrar los regueros de sangre y las heridas características en el costado y las extremidades, está muy conseguido el uso de la policromía para reproducir las despellejaduras de las rodillas y sobre todo el empleo de un tono violáceo que, a modo de veladura, se intuye bajo la encarnadura de la piel reproduciendo convincentemente las magulladuras y los moratones provocados por los golpes, produciendo también la sensación del tono adquirido por un cuerpo muerto. Incide así en el naturalismo. El escultor Luis Salvador Carmona, con quien relacionamos este grupo, se preocupó mucho por estas cuestiones. No en vano, era el mismo quién se ocupada en numerosas ocasiones también de dicha labor y así figura de modo específico en los contratos de algunas obras como el importante grupo de Serradilla o San Fermín de los Navarros. En cuanto a la Virgen, se trata de una figura de gran belleza, en pie, con pose elegante en ligero contraposto, va vestida con túnica rosa, envuelta en amplio manto azul que forma grandes masas de pliegues y toca blanca, respondiendo a los colores usuales para este tipo de iconografía, que vendría a ser una suerte de Dolorosa. Se lleva una mano al pecho en actitud doliente, expresión que queda acentuada por la mirada hacia lo alto, clavada en su hijo. La disposición del otro brazo rompe la verticalidad lo que junto al contraposto provoca un suave movimiento sinuoso. San Juan presenta una expresión similar, en actitud implorante con las manos juntas y girado sobre sí mismo lo que obliga a la contemplación desde diversos puntos de vista jugando así con la tridimensionalidad de la escultura. Como hemos apuntado más arriba, las características técnicas, estilísticas y tipológicas que presenta la obra, así como sus valores estéticos y plásticos permiten relacionarla con la autoría del escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona (1708 - 1767). Se trata de los escultores españoles más prolíficos al que Ceán atribuía más de quinientas obras de las que se conservan o se han identificado en la actualidad unas doscientas. Desgraciadamente son muy pocas las conservadas de pequeño formato, entre las que podemos mencionar una espectacular Piedad de propiedad particular firmada por Carmona y que hay que poner en relación directa con el grupo de mayor tamaño de la iglesia de San Martín en León. Algunas de sus esculturas en madera de mayor tamaño firmadas o documentadas son las que ofrecen un inmejorable patrón comparativo para el grupo del que tratamos. El modelo para el Cristo debemos buscarlo necesariamente en el bello ejemplar del Museo Nacional de Escultura, tipo que repetirá en varias ocasiones a lo largo de su carrera constituyendo el que nos ocupa un escalón final en la evolución de su estilo. Características comunes son la expresión de calma y serenidad; así como el tratamiento diferenciado entre el pelo del cabello y la barba, que presenta perilla bífida y con el arranque pintado. Un mechón de pelo cae sobre el hombro en el lado inclinado de la cabeza mientras que el otro está oportunamente dispuesto por detrás para dejar ver la herida del hombro causada por la carga del madero. En cuanto a la Virgen, es un modelo a escala reducido de sus numerosas Vírgenes conocidas, sobre todo bajo la advocación del Rosario. Sus facciones responden al personal y característico prototipo físico creado por Salvador Carmona para sus imágenes femeninas tendente a buscar la belleza formal a base de expresiones delicadas, serenas, refinadas y dulces, con caras jóvenes de óvalo redondeado y perfecto, cejas arqueadas, nariz recta y alargada, boca pequeña de perfilados labios carnosos. Típico de sus vírgenes es el tratamiento del cabello a base de ondulados mechones y peinado con raya en medio. Lleva un ampuloso manto que forma amplias masas de pliegues. Las similitudes con otras Dolorosas y Vírgenes de Carmona son apreciables por ejemplo en la bella piedad de la Catedral de Salamanca que presenta un rostro y tipos de plegados blandos muy próximos. También en la Dolorosa del Real de San Vicente y la de la ermita de la Virgen en Hinojosa (Guadalajara). Por lo que respecta a la imagen de San Juan, además de la comparación con la figura homónima del Calvario perdido de Talavera, hemos de mencionar algunas otras tallas con las que guarda relación. El tipo de plegado es amplio, suave y simplificado, en grandes masas redondeadas, sin aristas. Como hemos mencionado, esta es una característica común del escultor en su etapa final. El vuelo y las ondulaciones que presenta el manto son muy similares al San Andrés de la navarra iglesia de Azpilcueta. Estas mismas características vemos en la pareja de San Esteban y San Lorenzo de la iglesia de San Esteban de Salamanca que presentan incluso rostros muy semejantes al del San Juan del Calvario. Tipos de pliegues similares tienen el San José del convento de Carmelitas Descalzas de Segovia y el grupo del abrazo de Santo Domingo y San Francisco de la iglesia de Santo Tomás de Ávila. Todos ellos de entre 1755- 1765. La delicadeza del grupo y su pequeño formato nos habla de ese camino hacia el neoclasicismo en una obra tal vez de devoción privada y carácter más intimista".